Este trabajo es el resultado de una inquietud personal por buscar las huellas del pasado en las diferentes manifestaciones culturales del presente, a la que se le suma el interés por lo urbano, propio de mi profesión de arquitecto. La observación de la ciudad y su comparación con planos y documentos antiguos es la metodología utilizada para encontrar estas huellas.
La morfología de toda ciudad está relacionada con su origen. Cuando se trata de una ciudad planificada, su forma responde a un orden racional previo, impuesto o en armonía con la geografía. Si, por el contrario, su origen es un agrupamiento espontáneo, su organización va a obedecer, fundamentalmente, a razones topográficas, de defensa e intercambio. Con frecuencia estos dos sistemas no se dan separadamente sino que coexisten de forma entrelazada; tal es el caso de la ciudad de Morón.
En este artículo se tratará de desarrollar los nexos entre las particularidades morfológicas actuales de esta ciudad con su historia y su geografía perdida.


El camino original
El historiador Enrique M. Barba, en su libro Rastrilladas, huellas y caminos , dice:
“El camino que comunicaba [Asunción] con Bs. As. fue el transitado por la gente de Garay en la empresa de fundación. Aunque Garay recorrió embarcado el trayecto, buena parte de su gente lo hizo a pie. El camino que en el actual Buenos Aires tomó la comitiva fue el del ‘alto'. Sería ridículo pretender que el camino recorrido con toda esa impedimenta –se refiere a las vituallas, armas y demás implementos, los indios de servicio y los mil caballos, centenares de vacas y otros animales– se hubiese verificado por los anegadizos, que si en épocas no muy lejanas eran todavía intransitables, en las que la recorrieron los pobladores, lo serían aún más.”
Este párrafo da la idea de que estas tierras fueron transitadas por los colonizadores desde los tiempos de la fundación. Idea que se ve reafirmada al observar las cotas de nivel del plano de relieve topográfico. (Ver imagen 1)
Sería razonable esperar que el camino de unión entre Buenos Aires y Asunción siguiera la dirección norte-sur. Sin embargo, salía del fuerte de la ciudad hacia el oeste y seguía en este sentido por lo menos hasta Luján. La razón de ser de este importante desvío se debe a que, de seguir un trazado más directo, se hubiera tenido que atravesar la llanura pampeana de forma muy próxima al delta del Paraná; lo que hubiera significado tener que vadear infinidad de ríos, arroyos y pequeñas lagunas originadas por la lluvia y el escaso escurrimiento.
Es preciso recordar que en aquel entonces se viajaba a caballo y en carretas tiradas por bueyes, y que no existían puentes sobre los ríos. Es por eso que el viajero se trasladaba por terrenos suficientemente altos, y al encontrarse con un río buscaba los lugares menos profundos para cruzarlo con la menor dificultad posible.
Saliendo de Buenos Aires el primer obstáculo era el arroyo Maldonado, el cual para ser cruzado por el lugar menos caudaloso, había que remontar hasta su nacimiento (en las tierras de lo que hoy es el barrio de Liniers). Por el mismo motivo se llegaba hasta el origen del arroyo Morón, que ya a la altura de la actual Avenida H. Yrigoyen era apenas un hilo de agua. Desde allí se seguía hacia el oeste hasta llegar al río de las Conchas (hoy Reconquista) a la altura de la actual localidad de Paso del Rey. Este era un escollo considerable, y por más que se siguiera hacia el sur, no se encontraba un mejor lugar de cruce. Esto significó no pocos problemas a los viajeros hasta 1773, año en que se construye el primer puente (Puente de Márquez) sobre el Reconquista. Su ejecución cambió la traza del camino: se dejó de utilizar lo que se llamó el “camino viejo” (actual calle Rivadavia) para comenzar a transitar por el “camino nuevo” (actual calle Gaona). La mejora que significó el puente era tal, que hasta se llegó a cobrar derecho de pontazgo (peaje para cruzar el río por el puente).


Morón, la posta en el camino original
Hasta mediados del siglo XVIII, estas tierras todavía eran plenamente rurales. Es alrededor de 1780 cuando aparecen los primeros datos sobre un pequeño poblado. Se trataba de siete u ocho manzanas, incluida la plaza y la capilla, sobre el camino viejo. (Ver imagen 2)
Muchos son los historiadores de Morón que buscaron la causa que originó el pueblo: un oratorio, una pulpería, etc. Pero ¿por qué justo aquí se construye y se constituye una posta en el camino? Seguramente fueron varias las razones que confluyeron, pero sin duda, tuvo mucho que ver la distancia que separaba este punto del fuerte de Buenos Aires y la topografía e hidrografía de la zona.
Para viajar se aprovechaba la luz del día, se salía temprano y, con la velocidad que llevaban las carretas, se llegaba a cubrir 4 ó 5 leguas (aproximadamente 20 Km .) en una jornada. Por encontrarse el arroyo de Morón justo a esta distancia del fuerte era ideal hacer posta en la zona, ya que era conveniente intentar el cruce con la luz de la mañana para evitar riesgos. Además era indispensable hacer posta en algún lugar que contara con agua para los animales y viajeros. Asimismo, si el recorrido se realizaba a caballo, andando al galope, la distancia de 4 leguas se recorría en medio día y era la adecuada para descansar y cambiar la cabalgadura. Se desensillaba, se hacían las compras necesarias y se seguía el camino o se pasaba la noche; siempre se dejaba un momento para la oración. Por eso la centralidad de la pulpería y la capilla. Para acampar se requería de un espacio grande al aire libre (hoy la plaza institucional), elevado por sobre el nivel del arroyo.
Se puede decir entonces que la “posta” de Morón, origen de nuestra ciudad, se constituye gracias a la confluencia de tres factores: la distancia desde Buenos Aires, la presencia del arroyo y las tierras altas circundantes.


La impronta de la geografía
El arroyo Morón era el cauce de agua más importante del lugar, su nacimiento se podría decir que estaba en la intersección de las calles Bartolomé Mitre y Cañada de Juan Ruiz. En esa zona confluían tres pequeños arroyitos. (Ver imagen 3)
Uno nacía por las tierras de la 7 ma Brigada Aérea, pasaba por la ex Textil Castelar, continuaba por la calle Bernardo de Irigoyen hasta encontrarse con el segundo, formando el arroyo Morón. El segundo, nacía aproximadamente en lo que hoy es el cruce de Ingeniero Boatti y Entre Ríos, seguía por esta hasta San Martín, luego hasta Santa Fe y por la última hasta Guido. Pocos metros aguas abajo desembocaba el tercero, mucho más chico que los anteriores; era apenas un pequeño arroyito que nacía en 25 de Mayo y Brown, cruzaba en diagonal hasta Belgrano y Rivadavia y corría hasta San Martín donde se desviaba nuevamente hacia la calle Brown hasta llegar finalmente al arroyo Morón.
Por la zona de Arenales y French se formaban algunas pequeñas lagunas con el agua de lluvia, y de ellas se formaba un curso de agua hacia el noroeste, que seguía French y luego Azcuenaga hasta llegar al arroyo Morón. Lugar que hasta hoy se lo conoce como el “Puente de Piedra”, nombre popular que quedó en la memoria colectiva de los vecinos, recordando un puentecito que había en el lugar y que fuera mencionado por Belgrano en el diario de Viaje de su campaña al Paraguay. La traza de este curso de agua es una línea recta, lo que llevaría a pensar, que más que un arroyo se trata de un canal artificial. No es totalmente ni una cosa ni la otra. En su origen se trataba de un arroyo, que fue cambiando su recorrido en la medida que cada propietario rural fue rellenando su tierra para hacerla utilizable y desviando el recorrido al limite de su fracción.
Si hoy recorremos la ciudad un día de lluvia y observamos hacia dónde corre el agua y cuáles son los lugares más bajos (aquellos que muchas veces se inundan) veremos que coinciden precisamente con aquella topografía natural del terreno de la que estamos hablando.


Las huellas de la historia urbana
El tejido urbano de Morón
Ya se ha señalado que la morfología actual de Morón presenta características provenientes de la combinación entre una implantación espontánea y una ciudad planificada. Sobre el asentamiento espontáneo (la posta) ya se ha hablado en un apartado anterior. Ahora se analizará el tejido urbano como resultado de una planificación posterior a su asentamiento original.
Durante todo el siglo XVIII y la primera mitad del XIX el poblado originado en la posta alrededor de la plaza y de la iglesia fue creciendo. Después de la Batalla de Caseros comienza un período de organización territorial y, en ese marco, el Gobierno Provincial, le encarga al Ingeniero Pedro Benoit un proyecto de “ordena-miento” del pueblo. El resultado es la traza de una cuadrícula de manzanas regulares y calles de igual ancho. Todos los propietarios debían someterse al nuevo orden; casi todos lo hicieron, salvo algunos como José Pardo, que al oponerse produjo un conflicto legal que duró varios años, dejando como huella una alteración en la trama regular. (Este caso se desarrollará con mayor detalle en el apartado Una manzana atípica )
Es habitual, cuando uno visita un pueblo con una organización espontánea y nacido a partir de un camino, encontrar que éste tiene cualidades particulares que lo hacen muy distinto al resto de las demás calles. Las particularidades de los caminos de origen de Morón, que alguna vez dejaron su impronta en la vida de sus habitantes, hoy ya no se perciben. La imposición de esa trama de calles de un mismo ancho borraron las huellas de los antiguos caminos regionales que, para ese entonces, ya eran unos cuantos y le otorgaban carácter al lugar. Los dos más importantes, que cruzaban la región de sur a norte y de este a oeste (actuales calle Rivadavia y el camino de cintura) fueron incorporados como anónimas calles en la trama, perdiendo su identidad original. (Ver imagen 4)
Las tierras de Augusto La Roche y la de los herederos de Sosa, lindantes con la mensura de Benoit, fueron loteadas en la segunda mitad del siglo XIX siguiendo la misma trama uniforme. No sabemos si por una simple continuidad lógica o por una nueva imposición legal.
Por otra parte, aquella suerte de estancias que se entregaron en merced en el siglo XVI para la explotación rural, y que contaban con 300 a 500 varas de frente al río y una legua de fondo, fueron sufriendo fraccionamientos sucesivos, dejando por resultado franjas de terrenos más angostas, de unas varas de frente y siempre de una legua de fondo.
En los últimos años del siglo XIX y primeros del XX, algunas de estas tierras rurales se comenzaron a fraccionar en lotes de mayores dimensiones (entre 1 y 4 hectáreas ) que los lotes urbanos. De este modo nacieron las quintas.
Estas quintas, dispuestas a manera de aro circunvalatorio de la planta urbana y que conservaron las directrices de los fraccionamientos rurales, dieron origen a una nueva trama que, en convivencia con la de Benoit, definieron el tejido urbano de Morón. (Ver imagen 5)
Este encuentro de tramas generó manzanas triangulares, calles con ángulos diversos y esquinas atípicas. Se podría decir que aún hoy, esta particularidad urbana sirve de límite entre Morón centro y los barrios.
Las actuales calles Suipacha, Córdoba, Puey-rredón, Agüero, Azcuénaga coinciden con las divisiones de las antiguas tierras rurales. (Ver Imagen 6)
La única quinta de aquella época que queda dentro del casco urbano es la que fuera de Sandalio Pereyra, y que aún hoy conserva la casa, en donde funciona el “Museo de Historia y Arte Gral. San Martín”. El terreno de esta quinta, que abarcaba desde la calle Casullo hasta la Cañada de Juan Ruiz y desde la calle Brown hasta la calle Sarmiento, se mantuvo sin fraccionar hasta 1950, época en que el municipio tomó posesión del predio, creó el museo y cedió el resto de la tierra a entidades educacionales, administrativas, deportivas, etc.


Una manzana atípica
Las manzanas regulares del entramado urbano se subdividían en lotes de similares dimensiones: 10 metros de frente –en un comienzo fue de 10 varas ( 8,66 m )– y hasta la mitad de la manzana de fondo para los del centro; a medida que se iba llegando a la esquina se acortaba el fondo y se agrandaba el frente.
Existe en el centro de Morón, comprendida entre las calles Rivadavia, Belgrano, Brown y 25 de Mayo, una única manzana que no se ajusta a estas características. (Ver imagen 7). Se puede observar que la línea de fondo de los lotes que dan a la calle Brown está inclinada respecto a las demás líneas divisorias. Esto se debe a la negativa de José Pardo de acatar la orden de avenirse a las disposiciones de la mensura de Benoit. El juicio duró varios años y aquella impronta del sentido de la división de la tierra rural quedó como huella del conflicto
La tradición oral atribuye esa línea diagonal en la subdivisión de la manzana a la existencia de un arroyo. Es probable que ese curso de agua haya existido; era común que los propietarios de las tierras canalizaran el agua por los deslindes de sus campos. También es probable que este pequeño zanjón haya ido a alimentar a aquel arroyito que comenzaba por la zona de la actual esquina de San Martín y Rivadavia.
Por último, parece interesante detenerse en la imagen 8 que muestra la antigua mensura realizada por el agrimensor municipal Adolfo Sourdeaux en 1867, a solo años de la mensura general de todo el pueblo realizada por Benoit. Allí se puede observar “ la Casa nueva de Pardo” alineada a la calle 25 de Mayo. Y ya no se ve el antiguo edificio que estaba rotado según las direcciones de las tierras rurales y en medio de la calle (como se puede ver en la imagen 10). También puede observarse la silueta de las edificaciones de la calle Brown que consolidan la línea municipal y su pretendido ajuste, y la línea diagonal de lo que pudo haber sido aquel arroyito del que dan cuenta los recuerdos de los vecinos.
La cortada “Paso de la Patria ”
Esta pequeña calle cortada de no más de 50 metros de longitud, a pocos pasos de la estación del ferrocarril, está tan desvirtuada que no la reconocemos como tal, y es habitual confundirla con la entrada a una galería comercial, pero sin embargo figura en la guía de calles: nace en la vereda sur de Rivadavia, entre 25 de Mayo y 9 de Julio. (Ver imagen 9)
Recogiendo testimonios de los antiguos vecinos nos enteramos que justo enfrente, sobre la vereda norte de Rivadavia, existía hace algún tiempo otra callecita similar que atravesaba la manzana hasta la Plaza La Roche, frente a la estación. Estas dos pequeñas calles parecen ser la impronta del camino que unía la estación con la casa de Augusto La Roche , propietario de todo el área céntrica de Morón y donante de la tierra para la construcción de la estación ferroviaria en el año 1859. En el plano donde se publicita el remate del Martillero Mariano Billinghurst de los terrenos de Augusto La Roche (imagen 10) aparece la callecita que habíamos recogido de la memoria oral. También puede verse, unos metros más al sur, en lo que hoy es 9 de Julio y Brown, la casa del mismo La Roche.
A modo de cierre quisiera llamar la atención en la utilidad que podría tener seguir profundizando en la reflexión sobre la geografía perdida y sobre las huellas que cada historia deja en la ciudad, para, de esta forma, ir consolidando nuestra identidad con un mayor conocimiento de nosotros mismos.


Guillermo de Almeida
Arquitecto

Guillermo de Almeida
arquitecto

Huellas de su historia y de su geografia perdida

MORÓN